Los Perros son Sanadores, los Perros son Terapeutas Adjuntos para el Tratamiento del TEPT
He trabajado con perros sanadores en mi práctica clínica durante cerca de 30 años. Una de las formas en las que incorporo el toque y el afecto en el marco terapéutico, ya sea que esté trabajando como psicoterapeuta o como practicante de psicoterapia corporal, es integrando un co-practicante animal. Mi compañero animal, un Golden Retriever llamado Bodhi Sattva, me acompañó a trabajar por 11 años. Bodhi (pronunciado con una «o» larga) es una palabra sánscrita que quiere decir compasión y amor. El árbol Bo era una higuera enorme bajo la que el Buda se sentaba para esperar la iluminación. El Bodhi Sattva es la apelación budista que se le da a cualquier ser que, a pesar de esperar la iluminación, se mantiene detrás para ayudar a aquellos en el reino terrenal a alcanzarla. Una tarea algo elevada para un perro, pero que muchos, a lo largo de la historia y en todas las culturas, han considerado adecuada para perros.
Muchos de mis clientes han experimentado un poco de contacto o apego hacia otros en sus vidas. La contribución de Bodhi en sus vidas ha resultado ser integral e inconmensurable. Lo ven como un ayudante esencial, digno de masajes, confianza, lágrimas y huesos. Con excepción de unos pocos clientes quienes no estaban conscientes de su presencia, la mayoría participan más activamente en una relación con él y se apegan a él, recibiendo y dando amor a través de él.
Mucho de lo que se conoce acerca del desarrollo humano ha venido del estudio de los perros. Hay dos periodos de su crecimiento como cachorros en el que son especialmente vulnerables a las experiencias traumáticas: durante las semanas 12 y 16. A pesar de mi cuidado, a Bodhi le sucedieron varios eventos traumáticos durante esos dos periodos de crecimiento, una caída por las escaleras y un perro feroz, ninguno de los cuales le dejó una impresión duradera, ya sea por su fuerza innata o por mi cuidado y masajes. De hecho, su gran encanto para mis clientes, es su naturaleza juguetona.
Socializar a un Perro Sanador
A medida que Bodhi crecía, socialicé bastante con él para prepararlo para una vida “pública”. Además de la práctica privada me acompañaba a reuniones con la policía y abogados de estado durante el testimonio de víctimas de crimen. Muy temprano en su vida, le di masajes diariamente, acariciaba sus encías y vientre para fomentar el vínculo y ayudarlo a crecer como un perro relajado acostumbrado a ser tocado, sin miedo a nadie. También incluí métodos de exposición a experiencias abruptas, que incluían tomarlo por atrás, como lo haría un niño desconocido, exponerlo a sonidos repentinos, sonidos fuertes, golpearlo con una silla de ruedas, y mantener una mano en el recipiente de comida mientras masticaba para que no se volviera agresivo por su comida. Siendo adolescente, entrenó y pasó sus pruebas, incluyendo el registro como Buen Ciudadano Canino y como un Perro Terapeuta Internacional.
Se ha dicho mucho acerca de la lealtad, afecto, inteligencia, optimismo y amor incondicional que muestran los perros, especialmente los Golden Retrievers. Nutre las capacidades escondidas, latentes o afectadas para crear vínculos en las personas que sufrieron violencia crónica en la niñez. Así es como Bodhi se volvió un sanador. Sin embargo, también descubrí que las afinidades interpersonales entre los humanos y los perros tomaban un ritmo importante. Bodhi tenía su propia cama en la que se quedaba invariablemente cuando no estaba ocupado con un cliente; aun cuando un cliente se subía a la mesa de masajes, él se levantaba de su cama para ir a acostarse abajo de la mesa. Pronto me di cuenta que el ritmo de la respiración del cliente se sincronizaba con la de él (o la suya a la de los clientes), lo que conducía a la relajación tanto en el ritmo como en la profundidad de la respiración. Esto fue evidente cuando, en el curso de una hora, varios suspiros ocurrieron simultáneamente en el perro y en el cliente.
La respiración del perro
Los perros generalmente respiran de diez a treinta veces por minuto, mientras que los humanos respiran normalmente de 12 a 16 veces, dependiendo del género, edad, y salud. Las personas en estados de ansiedad crónica con frecuencia tienen un patrón de suspiro una vez cada minuto, manteniendo su respiración de ocho a quince segundos una vez y respirando dieciocho veces por minuto.
Algunas veces, algún cliente se puede dar cuenta del patrón respiratorio. La interacción íntima, como hablar y acariciar con compañeros animales reduce los niveles de excitación, como la presión sanguínea, características faciales relajadas y patrones de lenguaje son característicos del dialogo entre padres e hijos. Hay un papel recíproco de expresión facial en la expresión de la experiencia emocional, por ejemplo, varios patrones de contracción y relajación de los músculos que están ligados a experiencias emocionales específicas. El acto físico de sonreír puede activar sentimientos positivos. Para los supervivientes que experimentan mucho dolor y no encuentran razones para sonreír, la sonrisa o risa obtenida de un animal puede empezar a reactivar el patrón de la capacidad neuromuscular del placer.
Caso: La experiencia de Susan
Como resultado de un abuso severo por varios miembros de su familia durante su niñez, Susan, 30 años, había tenido varios intentos de suicidio cortándose las muñecas entrando y saliendo de hospitales. Vino por tratamiento mientras seguía yendo al hospital. Decía: “no tengo contacto en mi vida, ni siquiera abrazos. Me da miedo”. Después de discutir los parámetros del contacto, le propuse y le pregunté si le gustaría darle una oportunidad a mi terapia con mi perro, Bodhi. Y luego le demostré con sus patas, cómo agarraría sus manos. Después de acariciar a Bodhi, platicamos en qué posición prefería sentarse y comencé a tomar su mano entre las mías, tocando He Gu, un punto de acupuntura en la membrana del dedo pulgar (entre éste y el dedo índice). Las primeras respuestas de Susan incluyeron una mezcla casi abrumadora de placer y desagrado y valoramos la cantidad de tiempo que trabajamos de acuerdo con su tolerancia.
Después de la segunda sesión, sugerí que se hiciera un masaje en las manos y le mostré cómo hacerlo con las mías, y le sugerí comprar un poco de aceite corporal. Vino a la semana siguiente emocionada por haber masajeado sus manos y lo estaba haciendo durante unos minutos todas las noches antes de irse a dormir. Su ideación suicida disminuyó y fue dada de alta del hospital.
En un principio, hicimos terapia de masaje durante cinco minutos. Otros días Susan prefería hablar de cómo se sentía y planear las siguientes sesiones. Cada vez que Susan llegaba, empezábamos nuestro ritual acariciando a Bodhi. Esto proporcionó una estructura confiable y la oportunidad para que Susan utilizara su nueva “técnica” de masaje. Experimentaba sus propias sensaciones, pero también se volvía consciente del efecto que provocaba en el perro sus caricias. El gozo y receptividad de Bodhi, aparentes cuando se recostaba y lo arrullaba, reforzaron su propio sentido profundo de conexión y capacidad de tranquilizar. Este trabajo también abrió la oportunidad de Susan para evocar con cariño al perro de su familia. Hasta entonces, no había sido capaz de ningún recuerdo cariñoso de su niñez.
Una semana Susan vino y dijo que había dejado que un amigo la abrazara, a pesar de que se esforzó en permitirse ese placer. La siguiente semana, llegó diciendo, “¡puedo sentir mis manos, puedo sentir mis manos, ahora quiero sentir mis brazos!”
Nuestro trabajo progresaba paulatinamente. Su tolerancia al placer aumentaba. Los abrazos con amigos se volvieron una rutina e intercambiaba masajes de hombros con sus amigos. Seis meses después, ya no se lastimaba y ya no había más hospitalizaciones.
Durante una de las últimas visitas de Susan, me preguntó si podía recostarse en su estómago, en la cama de masajes y me pidió trabajar en su espalda alta. Al hacerlo, comenzó a sentirse asustada y confundida y hablamos sobre “volver a su cuerpo”. Le pidió a Bodhi que se acercara a ella, y él se sentó cerca de su cabeza. Al final de la sesión, dijo “pude regresar a mi cuerpo porque Bodhi está aquí y confío en él”. Varias semanas después Susan decidió terminar, dijo que había alcanzado lo que se había propuesto hacer. Dos años después, su psicólogo me dijo que no tenía comportamientos dañinos a sí misma y que había conseguido un trabajo de medio tiempo.
Lo que los Perros pueden significar para los Clientes
Bodhi significaba muchas cosas para mis clientes. Mi relación con él presentaba un modelo de interacción cariñosa que era externa a la relación cliente-practicante. Como “mi hijo” o dependiente, debía servir como un objeto de identificación para mi cliente. Cómo le hablo y cómo lo trato les da pistas importantes a clientes traumatizados que viven con la amenaza de que eventualmente puedo traicionarlos. Cuando los clientes quieren traerle unas galleras, se las pueden dar libremente. Cuando quieren preguntarme sobre mi experiencia con la crianza de perros, podemos platicar sobre algunos temas que son un subtexto para un intercambio futuro sobre lo que pienso acerca de ellos y ellos de mí. Con frecuencia hablamos sobre la vulnerabilidad y dependencia de Bodhi, ya que él refleja el estado abierto, generoso y dispuesto del niño interior que mi cliente y yo tratamos de alcanzar y cuyas memorias están cubiertas de dolor y miedo.
Caso: La experiencia de Lucy
Lucy era una superviviente de violación infantil, lloraba profundamente tratando de superar todas las pérdidas que había soportado. Bodhi se levantó con un sonido y tomó su abrigo del sillón entre los dientes y se lo llevó. Estaba sorprendida por su cariño. Habló de esto por meses pues significó para ella el nivel en el que Bodhi (y yo, en formas que no podría transmitir de otra forma) entendía su dolor y sufrimiento.
Los perros escuchan
Cuando una memoria o historia en particular engendra mucha vergüenza para compartirla conmigo, con un ligero estímulo mi cliente se lo puede decir primero a él y luego a mí. A la inversa, yo puedo sentir la ira de los abandonados. A veces, si Bodhi se revolcó en algo (que huele sólo para él) durante su caminata matutina tiene que quedarse en casa hasta que se le dé un baño. Todos me dirán ese día que ambos terapeutas deben llegar la siguiente vez. Sin embargo, ésta pérdida inesperada y temporal con frecuencia es benéfica, también, para las memorias antiguas de pérdida y muerte, de animales y gente de la niñez, y crean una oportunidad para explorar el dolor y la pérdida y confiar, a veces por primera vez.
La Historia de los Perros Sanadores
Hay una larga historia intercultural del uso de perros como agentes de sanación. Después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó una renovación contemporánea en el interés de la aplicación e investigación clínicas. Para la diosa sumeria Gula, el “Gran Físico” y del dios babilonio y caldeo de la sanación, Marduk, el perro era el emblema sagrado de la sanación. En la antigua Grecia, los perros eran considerados “emisarios de los dioses” y junto con las víboras sagradas de los templos, lamían a las personas cuando éstas dormían como parte del ritual de sanación. El hijo de Hermes, Pan, era una deidad del bosque relacionada con los animales. Escolapio, el dios griego de la sanación, era cuidado por un perro cuando era niño y con frecuencia se muestra dibujado con un perro a su lado. En la cosmología griega, las serpientes gobernaban en el valle y los perros gobernaba en las montañas. Eran considerados dos lados de la misma esencia. En muchas culturas, el perro también representa transición; Quetzalcóatl, la deidad nahua, iba acompañado de un perro (que era su gemelo) en su descenso al inframundo. Así, los perros pasan entre la luz y la oscuridad, la muerte y la vida, representan la guía al inframundo. Al final del siglo 18 en Inglaterra, los animales eran usados en los retiros para los enfermos mentales y el primer uso registrado de animales para terapia en los Estados Unidos fue durante la Segunda Guerra Mundial con veteranos que se recuperaban de estrés traumático. En 1950, Levinson introdujo a su perro en el tratamiento de niños y ancianos. Durante los años 70, se publicó la primera investigación sobre terapia con cachorros en la que los perros trabajaban en salas de psiquiatría con pacientes que no podían hablar.
En su papel como sanadores modernos, los perros continúan sirviendo: lamen las heridas y guían a los individuos traumatizados al inframundo de la desesperación y el desapego. La terapia asistida con animales funciona con casi todos los tipos de animales. Perros, gatos, caballos, conejos, pájaros, peces e incluso los delfines se están integrando para el tratamiento de TEPT en marcos públicos y privados.
Este artículo es una adaptación de mi libro Ritmos de Recuperación: Trauma, Naturaleza y el Cuerpo. Routledge, NY, 2013
Referencias
Rhythms of Recovery: Trauma, Nature and the Body. (2013) Routledge, NY
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